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Paloma del Cerro

  • Ignacio Blanco
  • 10 dic 2015
  • 6 Min. de lectura

Del Cerro y de la gente

Todo intercambio empieza con un magnetismo. Una fuerza energética que nos obliga a chocar con un cuerpo ajeno. Encuentros. Y es que esta energía, abstracta para los ojos y concreta para los sentidos, es la que regula toda actividad que se suceda en el universo. Por eso las casualidades no existen. Aun cuando uno acceda a Google para encontrar una revista bajo el nombre de Curandera, y que, por el contrario, aparezca una canción del mismo nombre. Y tampoco hay casualidad cuando unx reposa en la cama haciendo la actividad del aburrimiento televisivo por excelencia y se halla con el programa ‘La Sala’, de Canal Encuentro, con esa chica que canta aquella canción. Así conocí a Paloma del Cerro.

En bermudas y remera floreada, había sido engañado mientras recibía un viento falso primaveral mientras esperaba ponerle cuerpo a una voz que desde hacía tiempo aparecía en mis auriculares. Y a pesar de que nos hayamos comido un amague, esa energía me decía que esos ojos podían ser sólo de ella. Entre un té y gaseosas comenzó: “Hay que hacer rituales. Es algo muy antiguo y que medio se perdió. Igualmente hay rituales de encontrarse como amigxs. La discoteca cumple como un lugar muy antiguo donde la gente se junta a bailar. Como hace millones de años, pero sin esa conciencia. Es más como dispersión o diversión. Pero está latente. Juntarse a hablar, hacer ceremonias, el mate. Los rituales unen. Unen al conocimiento del otrx. También unx se ensambla con el otrx. En círculo somos todxs iguales y no hay unx mejor que otrx”. Perdón, así fue como conocí a Paloma del Cerro.

Paloma Kippes es la voz y la cabeza de un proyecto, no solo musical, apoyado sobre las culturas milenarias – y en cierto punto, tribales -, especialmente de las de América Latina. A través del folklore, como cualidad de pertenencia e identidad, vuela a la par de sus ideales sociales. Y 'Para Bien' (2015) es su segundo y más reciente canto a la plenitud. “Desde el primer disco venía tratando de meterle la copla, la vidala y quería moverme de ahí, un poquito, y ampliar más a otros géneros que me gustan mucho. Y también ponerle el toque moderno, como ‘Vaya y Vuelva y No Se Duerma’, que es una chacarera pero con un ritmo medio dubstep en el fondo. También sucede eso con ‘Todo vibra’. Mezcla de géneros, hoy en día, se trata de eso”. Porque esta mujer parece entender el mecanismo de la vida y acerca de ciertas necesidades actuales. Pero no por el simple hecho de gustar y de fines meramente comerciales. Sino que Paloma es presente y recuerdo. Revive el pasado pero camina en la contemporaneidad: “Las máquinas van evolucionando a partir de remixar lo anterior. Y de alguna manera, el/la músicx busca fuentes, se nutre. Y Latinoamérica tiene ritmos muy variados, ricos e interminables. En Colombia hay 90 y tantos ritmos autóctonos. Y en el norte hay mucha influencia africana y la poliritmia se hace más rica”.

“En el folklore tradicional tengo dos vertientes. Una que es más progre y abala el trabajo. Y otra más cerrada que dice: ‘¡eh, che! Esto es cualquier cosa’. No se abren a que el tiempo y la música cambian – continúa -. Como una rama del folklore que es re machista. Una vez fui a Santiago del Estero y cantaban canciones donde la mujer queda postrada en el lugar del maltrato. Y como artista y visionaria de este mundo quiero regalar otras cosas y no repetir las que no estoy de acuerdo. Lo más terrible es que se vuelve folklore. La gente canta esas cosas. O se ponen remeras tipo ‘I am a Looser’ y se están tageando. Y no te das cuenta. Desde lo que unx se pone, dice, hace y arma. Construye”. Pero aunque el género más propio de nuestras tierras tenga sus fantasmas, Paloma admite que no permitiría, en su entorno – aun laburando con un conjunto completamente conformado por hombres –, personas que tengan esas ideas retrógradas. “Hago música hecha con respeto, entonces recibo lo mismo. Pocas veces me bardearon así como: ‘¡eh! ¿Qué te hacés la indígena?’. Generalmente la gente que escucha el proyecto está de acuerdo con un cambio, con una nueva forma de ver la vida. De recordar más que de otra cosa”.

Por eso, Paloma prefiere evocar y re-pensar canciones que están enterradas en el imaginario popular. Como Para Todas Las Mamitas Del Mundo que está inspirada en un tradicional mexicano. Se trata de resurgir en todos los sentidos. Florecer espíritus con el sonar de una guitarra, un tambor y cualquier elemento que produzca sonido en pos de la armonía. De mantener vivas aquellas creaciones que merecen la inmortalidad. Tal y como dice el poema de Atahualpa Yupanqui, Tiempo Del Hombre, que la chica Del Cerro incorporó en Para Bien. Porque si todxs tuviésemos un reflejo en el espejo, representado en canción, esta, de seguro, sería el de ella.

Tanto es así que, lo que sucede en La Fiesta se Avecina, es de un clima sagrado. “Es pentatónico y esa escala es muy antigua. En los Andes vienen trayendo esa antigüedad a través de la música. Y si unx escucha un poco la de Mongolia, es muy parecida por esa escala”, comparte a pesar de haber estudiado cine y no música. Ella (la música) “es muy antigua y se canta en todas las religiones y tribus. La idea es unirnos desde ahí. No importa en qué hablo”, refiriéndose al idioma asiático que abraza dicho tema. Y si hay algo – casi lo único – que le agradecemos a esta aldea global es la posibilidad de la investigación y recopilación para empaparse de la música tradicional que habita hasta los lugares más recónditos. Y Paloma utiliza esta herramienta para el estudio. Como en el que se encuentra haciendo sobre África – que le parte la cabeza – para romper con la estructura de canción tradicional. Lo mismo le sucede con India, que tiene composiciones más libres que la música occidental. “Trato de no copiar algo en lo que no estoy muy de acuerdo. A veces escucho lo que se escucha y, a veces, suena todo muy parecido. Y de ahí me quiero abrir segurísimo”.

Su cabeza es un mundo amplio. Una especie de laberinto con más salidas que paredes asfixiantes. Su forma de componer nace a través de la improvisación. Se trata de dejar fluir, como todo elemento natural de este planeta. Movimiento. Viaje. Dinamismo. Para conocerse, aceptarse. En fin, encontrarse. Y luego compartir para aprender. Comunidad ante todo. Y eso es lo que sucede con Amor Amarrete: “surgió en Mitre y Gascón. Estaba sufriendo mucho de amor y me bajó la letra. Agarré la libreta y me puse a escribir. Le dije a Eze, (su guitarrista), y él se puso a tocar la guitarra. Yo canté arriba y surgió la melodía. No hay una forma de creación, hay miles”. Y de repente, estábamos ahí, hablando sobre el amor y sus vericuetos a partir de ese bolero tan sentido – por ahí, el tema con el que más puede identificarnos como seres humanos imperfectos -: “Está bueno reconocer nuestros puntos débiles y poder revisar de dónde vienen. Unx ya viene con mucha charrasca familiar que hay que limpiar. Y encima le sumamos otro tipo de información que entra, como el de las telenovelas. Unx puede empezar a ver otras cosas del amor, un magnetismo de algo que tenemos que aprender”. Porque todo se trata de eso. De amor.

“Hay un grupo de gente que está en la búsqueda espiritual y que seguro en ese lugar, Paloma del Cerro, es conocida y súper escuchada”, asegura siguiendo aquella línea de identificación. Y un poco es eso lo que Para Bien irradia. Más que nada festividad humana natural y alegría. Pues “a veces, unx se cree parte de este mecanismo y piensa que no hay salida. Y a veces se trata de alguien que te ayude a mirar otras cosas, el camino hacia adentro. Sobre todo en la ciudad, mi sensación era que iba a perder el contacto o trabajo. Y nada que ver. La ciudad tiene mucho magnetismo y uno entra en eso y queda abducido por ello. Un poco los mensajes que intento dar son algunos que creía antes y que por experiencia sé que se pueden trascender”. Cantando libre - como toda ave - por los terrenos de Ingeniero Maschwitz, salir de la selva de cemento le significó tiempo para dedicarse más a su trabajo y disfrutar de la madre de las madres, mamá de todos los pequeños milagros que brinda la cotidianidad.

Con su pasado rockabilly, junto a la agrupación Chaquetas de Cuero, y una etapa punk (en la cual no se definía), ahora está segura de que nunca abandonará ese sentimiento por la espiritualidad, el universo, la cultura y todo lo que eso conlleve. Porque para ella, crear música significa estar “siempre haciéndole culto a esta vida, fuente inacabable de inspiración. Cosas nuevas que el mundo regala en cada instante. La diversidad de lo que somos. Un mensaje de optimismo y de compartirse”. “Eso estará porque es algo que me sucede – continúa-. Los discos son un resumen de lo que voy transitando y me va sucediendo”. Tal y como dice el son zacateco: ‘juran que esa paloma no es otra cosa más que su alma’.

Y no por nada, venimos diciendo que ‘La Kippes’, única en su especie, es de las palomitas más lindas. Su nombre se lo puso un coplero. “En el folklore hay muchas palomas - le dijo él -. Tendrías que llamarte Paloma del Cerro”. “Bueno, dale. Me re cabe”, contestó. Y todo trascendió.


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