El torbellino que debería sonar en la radio
- Jéssica Signoretta
- 10 dic 2015
- 1 Min. de lectura

A lxs fundamentalistas del “guardá los recuerdos del viaje en tu memoria y no en una cámara” le preguntamos, ¿en un disco tampoco?
Allá por el 2000, mientras la gente creía que el mundo se terminaba, Damon Albarn viajó a África (no solamente a cantarle al elefante Tembo), y dedicó su estadía a interactuar con musicxs oriundxs, improvisando en las calles y algunos bares. A su vuelta, volcó todo el material en su estudio ubicado en Londres, donde lo editó, le agregó efectos, teclados y culminó la producción. El disco al que tituló Malí Music también terminó siendo a beneficio de la organización Oxfam y la selección de temas son feats con músicxs de Malí tales como Afel Bocoum, Lobi Traoré y Kora Toumani.
Malí Music es la unión literal de las fronteras más alejadas. Es una de las oportunidades más ideales para que el resto de los continentes implementen los sonidos autóctonos africanos en sus escuchas cotidianas, y se valorice el triple. No solo lo plástico tiene que ser masivo. La conjunción de sonidos que florecen de la tierra más pura, junto a los efectos eléctronicos, tan complementados como se escuchan en Makelekele o en Tennessee Hotel generan una impronta con incontables aristas musicales. Malí Music no es solo una experiencia cósmica musical, sino también un mundo de sensaciones.
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