Welcome to Monáepolis
- Ignacio Blanco
- 10 ene 2016
- 2 Min. de lectura

Ciudad subterránea. Los sonidos metálicos de las cañerías del exterior son música para sus habitantes. Metrópoli robótica. De una tecnología insuperable. Pero urbe de extrema naturalidad y sangre humana. Y aunque se encuentre bajo tierra, la luz solar encandila cada avenida de constante festividad. Tierra de bailarines constantes. Danza como filosofía de felicidad y vida. Una tierra liderada por una diosa de antaño con un hopo bien peinado. Sus plegarias cantadas mantienen el (no) orden. Bienvenidos a Monáepolis: la ciudad a la que entrás si querés y salís si podés.
Puede que su nombre signifique la salvación del R&B. Aunque sería imposible encasillarla en un género. Porque su mente vuela más alto que las estructuras musicales. Janelle Monáe se diferencia de cualquier artista que incursione en esa base. Desde su EP debut, 'Metrópolis: Suite I (The Chase)' (2007), la psicodelia gobierna su estilo. La experimentación y la mezcla de sonidos es el supremo sacramento. Es sinónimo de modernidad, aunque su música suene futurística y clásica al mismo tiempo. O sea, si sus canciones tuviesen una forma física serían una especie de robots egipcios anteriores a Cristo. Y se vestirían como Beyoncé y Michael Jackson.
'The ArchAndroid' (2010) fue su disco debut que amplió la idea de su primera creación. Llegó el ‘psico-soul’ y un poco de rock distorsionado. Y si bien todas sus incursiones son de excelencia, no fue hasta 'The Electrcic Lady' (2013) que terminó de definirse como artista agregando un poco de funk, reagge y gotitas de funk. La prolijidad manosea el laboratorio de la productora de Kansas para darle más claridad al asunto. Y como consecuencia, el álbum más comercial pero no menos atractivo.
Siempre interviniendo creativos interludios, el primero de Metrópolis simula una especie de azafata que, desde sus sonidos, nos anticipa de qué viene el viaje. Un vuelo que nunca querremos que termine. Porque hasta la más terrible turbulencia da para sacarse el cinturón y ponerse a bailar en el asiento.
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