La cápsula del sol
- Jéssica Signoretta
- 10 mar 2017
- 2 Min. de lectura

Cry me a river de Ella Fitzgerald será inmortalmente un diamante, lo sabemos. Y Ella, bueno…ni hace falta escribirlo. Sin embargo, y para nada adjudicando títulos de sucesores, la contemporaneidad tiene a la artista que sigue haciendo del Jazz un lugar en el mundo y que lo homenajea, recordándonos que siempre fosforecerá.
Con ‘Day Breaks’, Norah Jones se terminó de consagrar. Por años fue catalogada como una cantante lineal, o una especie de repetidora, hasta que con este último disco se acarreó el mundo por la espalda y lo prorrateó en doce canciones venideras. Como el piano protagónico de It’s a wonderful time for love que le da paso a un beat intrínseco e inmaterialmente disfrutable u Once I had a laught que embarca una armonía ajetreada, acompañada de los matices vocales de Norah, y manteniendo siempre esa sensación de cantarte al oído.
Si tuviéramos que buscar un solo concepto del disco que podamos elegir como bandera para pregonar por qué es tan recomendado que escuches este disco, podríamos preferir, por ejemplo, Carry on, por su eufonía significativa que encuadra perfectamente la escena más linda de tu vida en un día a puro Sol (obvio, obvio, te dejo unos minutos para que vayas recordando) y porque las pocas frases de su letra son válidamente recursos de autoayuda para unx mismx como para que la dediques.
Cuando escuches ‘Day Breaks’ no te va a alcanzar un solo recuerdo. Pareciera que el Sol mismo está encapsulado en todo el disco, resplandeciendo en los violines y los saxos; y las fotografías, las escenas, los momentos, pasarán tan rápido que el disco habrá tenido función yapa: la reivindicación de que sin Jazz, a la vida le faltaría mucho Sol.
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