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Ni chicha, ni limonada

  • Ignacio Blanco
  • 10 mar 2017
  • 4 Min. de lectura

Puede que lo más sincero del proyecto venga arraigado del audio que suena hacia el final de Freedom. Es que ‘Lemonade’ abandonó el vientre con un mote relacionado al empoderamiento femenino y las problemáticas socio-culturales de lxs afroamerianxs. Lo que no queda del todo claro es si esa carga fue producto de una necesidad de Beyoncé o si fue todo un gran helio de la crítica musical por parte de los medios hegemónicos de comunicación cultural.

Es probable que la conjunción de la moraleja lima limón sea producto de una especie de autobiografía de la intérprete. Porque las letras, que se pronuncian a lo largo de casi 46 minutos, dejan entrever que todo habla acerca de su propia experiencia. ¿Es ‘Lemonade’, entonces, un conjunto de singularidades que reflejan una situación universal sobre un grupo social determinado? Lo que sí estaríamos en condiciones de afirmar es que nos encontramos con la mejor Beyoncé que un estudio de grabación pueda tener.

Desde su anterior trabajo, titulado ‘Beyoncé’ (2013), la mina - que hizo rancho aparte de una versión contemporánea y sucia de The Supremes – viene escuchando las necesidades de un mundo contemporáneo. La búsqueda de la innovación y de una nueva forma de hacer música puede que convierta a ‘Lemonade’ en un disco bisagra para el mundo mediático que estamos atravesando. Puede que la acción de escuchar música no se reduzca ya a la compra de un disco o al hecho de apretar un botón para que empiece a sonar en algún soporte virtual. La idea de unir el sonido a la imagen en la industria musical se ve claro en la filmación de clips para promocionar cortes de difusión, o en la publicación de cortos como 'Trópico' (2013) de Lana del Rey o 'M A N I A' (2016) de Abel alias The Weekend. Sin embargo, ‘Lemonade’ volcó su jugo borrando la línea divisoria entre cine y música anunciándose como un álbum visual.

Con una hora de duración, la película del disco consta de 11 capítulos y fue estrenada por la cadena HBO. Es aquí donde estos cantos en primera persona pueden servir de documento para visualizar una situación más abarcadora.

Todo comienza con Pray you catch me, una especie de introducción al mambo que se viene y es la primera vez que escuchamos una Beyoncé más preocupada por el conjunto que por el lucimiento de sus gritos. Luego aparece Hold up, que se suma a esa moda del pop de meterle reggae a, por lo menos, un tema del disco. Mientras que hacia el final aborda una especie de reggaetón inintencionado, Sorry sigue una línea ligada al pop contemporáneo de sintetizadores calmos.

Don’t hurt yourself arranca con una percusión y unos coros que nos parece haber escuchado en otro lado. La mano de Jack White como productor y colaborador directo convierte a la música de Beyoncé en algo que no esperábamos de ella. No es un dato menor el dream team que conformó Knowles. Los nombres Robert Plant o Father John Misty aparecen en los créditos y uno empieza a darse cuenta del porqué ‘Lemonade’ es tan lindo de escuchar. O como 6 Inch (junto a The Weekend), que termina siendo no sólo el clímax del disco sino una obra maestra dentro de su carrera, con matices de graves sólidos, medios típicos del R&B y agudos que alcanzan el nivel aéreo para luego mostrar una versión más frágil de todo ese poder vocal que ya sabíamos que tiene.

Si queremos encontrarle un sentido social a la cosa, hay que destacar el country ‘neworleanizado’ de Daddy lessons. Inteligentemente, comienza con la combinación de vientos, palmas y acotaciones vocales características con el fin de contextualizar. Una vez ubicados en tiempo y espacio, solo avanzamos por un camino lineal de efectos, base musical y juegos vocales predecibles. Pero nada de esto es peyorativo, ya que es la poética directa y cruda la que guía el conjunto y el desarrollo. Después está Freedom que termina coronando a ‘Lemonade’ como lo mejor que ha hecho Beyoncé en su vida. Mediante una percusión puramente terrenal y hasta folklórica de su etnia, la revolución y la injusticia social cobra un claro protagonismo mediante un tempo de marcha. La elección de Kendrick Lamar para colaborar en esta joyita es de sumo acierto si tenemos en cuenta la última propuesta musical del rapero. “¡Freedom, cut me loose!”, es imposible no relacionarlo a las indiscutibles prácticas que tienen las fuerzas policiales frente a la comunidad afroamericana; “Freedom, where are you?”, porque parecería ser que a los derechos adquiridos en consecuencia de la Guerra de Secesión en Estados Unidos (1861-1865) son usados como papel higiénico.

Love drought, que aburre; Sandcastles, la balada poderosa y típica en los discos de esta mujer; Forward, interludio y entrega final – producida e interpretada por James Blake - de esta trilogía de lentos; All Night, donde agrada la participación de los vientos más allá de que se un gran ‘más de lo mismo’.

Si hay algo que –suponemos- aprendió Beyoncé, es el control y el juego que le puede dar a su voz. Y esto lo demuestra en el rapeo inicial de Formation, corte de difusión más parecido a lo que vino haciendo siempre pero sin tantas pretensiones. Pues, es la primera vez que encontramos un sentido basado en el conjunto. ‘Lemonade’ es el álbum con más personalidad, identidad y voz que pudimos haber escuchado. Porque se lo oye sincero, con fuerza, con fragilidad. Es decir, con matices en función a la efectividad y no a la destreza. Un álbum que no pretende un cambio de paradigma en un marco de igualdad social. Tampoco pretende el empoderamiento de un género. ‘Lemonade’ es una lupa como resultado de un canto personal y vivido en carne propia. “Tengo mis momentos altos y bajos pero siempre encuentro la fuerza interior para levantarme. Me sirvieron limones y yo hice limonada”.


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