Un mundo en un disco de sensaciones
- Jéssica Signoretta
- 10 mar 2017
- 2 Min. de lectura

Encontrarle el instante estacional a un disco es esa yapa que aunque la modifiques miles de veces, será eterna. Principalmente cuando el disco es un generador de sensaciones innatas que van y vienen, facilitando el acceso.
El otro sábado en Plaza Francia el sol impregnaba la tierra y El lugar de ‘Lo que nos junta’ de Los Reyes del Falsete, resonaba ideal y austero. El beat entrelazaba todas las eléctricas para que una armonía vocal tuneada acompañara el momento exacto en que la textura del pasto en los pies sea lo más cercano a la paz.
La sedosa y electrónica Legolandia, el interludio contagioso por excelencia abre paso a Lo que nos separa, que al principio decide ser balada pero minutos después se cambia de bando y aúlla un electropop semejant; fusionado inmediatamente con Super Chino para proclama la impronta de Los Reyes del Falsete, tan fieles a su primer disco, pero a la vez tan avanzada.
La inspiración hecha carne de las melodías tradicionales del rock nacional, junto a Lito Nebbia, expiran en Van andando, mientras que rectifican un rock sublime con aires sesentosos en Estar acá. Y si necesitabas algo más auténtico para darte cuenta que la vida te está pasando completita en el disco, el folky de Perdidos encendió la mecha y volaste –ahora sí- hasta la estratósfera. Desde el otro lado del río, el rock poguero e infaltablemente coreado de Soy vos te despojó de absolutamente todo, hasta 1998, la conjunción de eléctricas conglomeradas y matizadas.
Cuando el sol ya casi había desaparecido, ‘Lo que nos junta’ seguía sonando, y el retrato era tan eficaz como al principio. Un pop progresivo y ambicioso, plagado de matices armónicas que cambian todo el tiempo de color y que condecora la ejecución de instrumentos que no solo generan una explosión en los oídos, sino en todo la conjunción de un ser humano.
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