Cumbita de reivindicación
- yokomonos
- 10 may 2017
- 3 Min. de lectura
Inevitablemente, unx tiene la necesidad de saber qué música escucha aquella persona a la que está por conocer. Puede que esa información sea, simplemente, de color. Sin embargo, hace un tiempo, tras la pregunta '¿qué música te gusta?', la respuesta de moda era: ESCUCHO TODO MENOS CUMBIA. Y ahí, nos damos cuenta de que nada tiene que ver con pequeñeces sino con una construcción de identidad.
Ojo, de verdad no podes hallarte en el género, como quienes no le encuentran hilo conductor al metal clásico, pero, realmente, no imaginamos a quinceañerxs escuchando Jazz o corridos mexicanos en la década del 2000. Cuando esa respuesta era exteriorizada como una sencilla respuesta para dar a conocer, se generaba una construcción de no ser. Porque no pertenecer a algo también se refiere a lo que unx quiere ser. Y si no escuchabas cumbia, reflejabas que no eras un 'cabeza'.
La Cumbia siempre ha habitado cada confín del continente latinoamericano. Incluso cada país tiene su variante y pulso propio aunque las bases se compartan tanto como las raíces. Pero siempre estuvo conectada a clases marginales. Así surgió la Cumbia Villera, en Argentina; un sector discriminado y expulsado de la sociedad que se vio enriquecido por la inmigración de países fronterizos. Y si algo es común al ser humano, es la invención de su cultura como documento contextual. Aquellos sectores a los que se les negaba el acceso y la expresión, formaron sus sonidos desde dentro como forma de contar sus realidades y una lucha constante por su lugar y sus derechos sociales. Y cómo será que la movida tropical tiene tanta luz y color que terminó infiltrándose en cada fiesta de forma indiscriminada. Porque la Cumbia no margina a nada ni a nadie. En los boliches de Palermo también suena Gilda y también fuiste con el Mercedes Benz a ver la película. En cualquier casamiento, fiesta de quince y celebraciones de empresas, por mencionar eventos tazados hasta en dólares, algún tecladito y rayador sonaba y nadie quedaba afuera de la ronda; al contrario, salían todxs a bailar con el mismo pasito. Pero claro, cuando León Gieco en ‘El ángel de la bicicleta’ había fusionado al género con el rock, así como Andrés Calamaro junto a Pablo Lescano, no había vergüenza alguna en subirle el volumen a la radio si sonaban, porque no contrarrestaban en el estéreo del Honda Civic. Sin embargo la ambición del humano de seguir usurpando lugares con toda la impunidad que cree que le brinda el dinero, y seguir escuchando aquellos ritmos que eran pegadizos y hacían pasar buenos ratos, pero que no pertenecían a sus supuestas clases, la cumbia fue poperizada y autotuneada hasta el hartazgo para formar un nuevo monstruo: la cumbia cheta. Proveniente de Agapornis, Márama, Los Totora y Rombai, como sus mayores exponentes, este submundo terminó de conquistar a toda la masa.
Porque pensar es solo para filósofxs, ni siquiera le cambiaron el nombre a la pobre Cumbia que tanto excluye a lxs que se creen raza aria; pero ahora dedican su tiempo a pregonar esta arista cheta –ah, disculpen, cumbia pop en las sectas de Spotify- para que no se sientan pobres ni marginadxs ni excluídos ni mucho menos fuera de onda o sin alma cool, pero sí sigan escuchando cumbiancha sin culpa, y quitándole, como en la vida misma, el lugar, el derecho y el crédito a lxs ‘villerxs’. Las discográficas se carrearon al hombro la comercialización de sonidos que nada tienen que ver con el crecimiento amontonado de bolsillos. Una cultura de barrios y seres humanos marginados que ni siquiera son escuchadxs por el Estado, entonces ¿por qué íbamos a pretender que sus propias creaciones, que demuestran una realidad social golpeada y saqueada, que lxs representa desde las raíces latinoamericanas de países vecinos entrelazadas en un mismo asentamiento y que lxs mantiene unidxs; iban a hacer reconocidas y aceptadas en una sociedad que le cierra la puerta en la cara todos los días aún con sus gritos pedidos de ayuda? Y es ahí donde se esconde el límite entre música y producto. Cumbia música como documento voz de un pueblo o Cumbia producto como paquetitos en las góndolas streaming para ver qué te pega más a la hora de organizar tu previa.
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