¿Para qué hablar de puentes si el desierto entrelaza tu tierra con la mía?
- Ignacio Blanco
- 10 jun 2017
- 2 Min. de lectura

El pasto siempre es más verde del otro la… AH NO PARÁ. Primero, en este cuento sólo tenemos cactus. Y segundo, la tierra levanta tanto polvillo que dificultaría hablar de fronteras. Es que la música de Juan Cirerol se expande tanto como el desierto que abarca. Porque la cultura se filtra por cualquier recoveco, los enrejados jamás lograron separar del todo. Y esos sonidos, que parecen pertenecer a otrxs, no son más que las mismísimas vibraciones de vivir siempre al límite.
Oriundo de Mexicalí (México), Juan Cirerol se nutrió de los gustos musicales de su abuelo. Pegadito a los estados de California y Arizona, parecería inevitable que su vida se escuche envuelta de countrys. Pero su suelo ranchero también movía los pavimentos de un pibe que había incursionado en el punk en sus inicios como artista.
‘Todo Fine’ (2015) es la prueba cabal de que hay más cercanía de lo que pensamos en géneros que se acunaron en culturas distintas. Por eso, las guitarras del corrido El Farsante no desencaja del cálido Me empiezo a enamorar. El híbrido de Arrepentido y triste toma elementos del mariachi desde la interpretación, que fluyen – también - en la ranchera de En dónde estás. Sus influencias yankees no se despegan de su cancionero; como en las cuerdas made in The Animals de Entre rincones.
No te asustes si, por momentos, sentís el ambiente de I walk the line de Johnny Cash, la fiesta de Kentucky Gambler de Dolly Parton o el desamor de José Alfredo Jiménez. Los discos de Juan Cirerol encuentran su corazón en el rancho. Lo que a muchxs les puede parecer un laburo de fusión, simplemente es el latido de estilos que encontraron sus coincidencias en las tierras de Mexicalí.
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