Amar es luchar, siempre
- Ignacio Blanco
- 10 jun 2017
- 3 Min. de lectura

Todas las canciones hablan de amor. Es que absolutamente todo en la vida se trata de eso. Podrían contradecirme – y por supuesto, estaría de acuerdo –, pero la confusión del concepto se arraiga a darle un sentido etimológico a pulsiones inexplicables e instintivas. Cualquier cosa se puede hacer en nombre del amor. Y Lila Downs hace un disco, donde engloba todos los receptores de este sentir entrañable. ¿Cómo? A través del bolero, género latinoamericano indiscutido de la temática.
Álbum tras álbum, puede que unx tienda a vagar en la idea de superación. Les acelero el trámite: la discografía de Lila nada tiene que ver con mejorar la propuesta anterior. Cuando ‘Balas y Chocolates’ (2015) salió al mercado, fue difícil imaginarse cómo podría mantener la calidad en su próxima propuesta. Bueno, lo mismo sucedió con su antecesor… y con el otro, y su anterior también. Cada álbum de Lila Downs es un mundo en sí mismo, no lo olviden nunca. Internalizándolo es como, el viaje de ‘Salón, lágrimas y deseo’, puede llevarte hasta lo más infinito de su universo.
Como es costumbre, Lila y La Misteriosa decoran sus creaciones originales con reversiones a artistas exponentes del género. No te sientas culpable si sentís que la cumbia de Urge trapea los pesares de Martín Urieta. Para lxs que nos bajoneamos, cuando supimos que el bolero era la premisa de todo, fue una nueva esperanza oír tropicalismo en el comienzo de ‘Salón’. Y sí, habíamos entendido para el traste; porque supusimos que el aguamiel iba a chorrear por los auriculares de tanto romanticismo melódico. ¿Cuándo fue, Lila, una mujer predecible?
Sin embargo, la fidelidad también es parte; Peligrosa toma la estructura y los elementos clásicos del bolero para dar la primera probadita de penares como corte de difusión. Otra versión del tema, junto a Mon Laferte, cierra el disco en un inconcluso de mezclas que no terminan de unir los momentos. La Mentira, de Álvaro Carrillo, sigue los tempos del anterior y no suma mucho más de lo que se viene escuchando.
Siguiendo los homenajes, Piensa en mí se aleja kilómetros de Agustín Lara con los saxos de Paul Cohen. Inmortal es de esos temas que no quedarán resonando en el imaginario; pero sus arreglos de violines y guitarras hacen que, por el contrario, no pase desapercibido. Pues, así como La Misteriosa nunca sonó tan prolija y firme, nunca encontrarán, tampoco, metales más sólidos en toda su discografía. La introducción de Palabras de mujer y el puente de Tus pencas – guay con ignorar los acordeones de Leo Soqui – no me permiten pensar de otra forma.
No nos acostumbramos a la grandeza de los vientos, aun cuando el comienzo de Ser Paloma avasalla con su dinámica. Matizando a un estilo más huapango, el clima se vuelve onírico a pesar de la terrenal interpretación de Lila. Las armonías con Carla Morrison le agregan colores psicodélicos y airosos a una composición que tuvo, de seguro, influencias en sones como Cucurrucucú paloma.
Chicxs, hablemos de cómo suenan las mezclas en El Querreque. ¡Oh my fucking calaca!, esos acordeones serán más difíciles de olvidar que cualquier amor que hayamos sufrido. Lila juega con simpatía al mismo nivel que La Burra o La Iguana. El sonido huasteco luce su conjunto de instrumentación y nos recuerda de forma bien directa que, las raíces, siempre guiarán las creaciones. Por eso, la cumbia de Son de Juárez no solamente continúa la fiesta, sino también la lucha. Haciendo referencia al primer presidente mexicano de pueblos originarios (zapoteco, específicamente), la Banda Tierra Mojada se suma a este baile bien sabroso de aires igualitarios.
Terminada la primera escucha de ‘Salón, Lágrimas y deseo’ – les aseguro que habrán varias –, es probable que aparezcan juicios embarrados sobre el anclaje a la temática lírica. Pero es de básicx pensar que un temazo como Envidia (junto a Andrés Calamaro) tiene dedicatoria despechada a algún viejo amante. La xenofobia norteamericana, desarrollada en los últimos tiempos, es parte de los penares de Lila Downs y es clave en la significación de aquella canción. En lo que parecerían ser simples canciones de amor tradicional, vibran otro tipo de sufrimientos ligados a los deseos de libertad. La lucha social y política siempre fue esencia en la música de esta gente transcultural. El empoderamiento femenino, la reivindicación de los orígenes, el orgullo latinoamericano fluyen en los discursos y es a esos amores a los que Lila le dedica sus creaciones y reversiones. Desde esa pasión, ‘Salón, lágrimas y deseos’ construye y lucha. Porque luchar es amar, siempre.
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