Hasta la raíz
- Jéssica Signoretta
- 10 jun 2017
- 1 Min. de lectura

La fiesta previa antes de King Coya forma el ojo del huracán más extenso del mundo. Parece una reliquia de Manu Chao pero no: el primer disco solista de Gaby Kerpel, ‘Carnabailito’ (2001) levantó mucha polvareda de la Patria Grande.
La cepa del folclore queda afianzada en la autenticidad del sonido simple, un tanto rústico pero fiel a la génesis. El reposado Sé que no vas a volver señaliza el Norte y se difuma en Herías sin herir, el beat originario hasta las venas. Que siglos atrás Latinoamérica haya sido asilo de comunidades africanas –maltratadas, claro, ni olvido ni perdón- nos otorgó el gran privilegio de fusionar culturas y beneficiarnos de sus estilos, como Kerpel elabora en Deseo y culpa y aprovecha al máximo con Cada vez que lo visita.
‘Carnabailito’ es el vestigio que engloba la identidad cultural de toda América del Sur. Claro que lo autóctono es lo que más fuerte pisa, y al mismo tiempo la resignificación de nuestro folclore comienza a ver la luz a partir de este disco, afianzando su condición inmortal. Encapsula la pureza de un sonido que últimamente en la vorágine pasa completamente desapercibido: respira hondo, ubica en tiempo y espacio, y demuestra lo muchísimo que valen nuestras concepciones culturales construidas en la propia identidad.
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