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Juntes a la par

  • Ignacio Blanco
  • 10 jun 2017
  • 2 Min. de lectura

Hay quienes prefieren ahogarse en los besos bajo la lluvia de las películas románticas. Pero los días pueden volverse más sepia si dejas que los pianos de Chucho Valdez te lleven por los caminos del desamor. Como una Venus marchitada, como si su espuma se la hubiesen llevado los vientos costeros, Omara Portuondo desgarra sus ropajes exponiendo la desnudez de su alma en pena. O eso es lo que se puede percibir en Claro de luna / Llanto de luna, un son nostálgico que mezcla la pieza de Beethoven y el bolero de Julio Gutierrez.

‘Omara y Chucho’ ahonda en obras emblemáticas del caribe, climatizándolas con mucho romanticismo. Los teclados y la voz fluyen en las corrientes de desengaños, soledades y complicidades, como si ese dolor por el que vibran los uniese para toda la vida. Mientras la necesidad urge en Alma mía – de la mexicana María Grever -, los intérpretes no se dan cuenta de que, en realidad, su vínculo está más forjado que nunca. Dos viejos amantes, Omara Portuondo y Chucho Valdez vuelven a caer en la pasión durante las 13 canciones que conforman este disco del 2011.

En Esta tarde vi llover – porque sería inaudito ignorar al rey Manzanero – aparecen los únicos metales… o los únicos instrumentos fuera del piano, a decir verdad. Pero no todo es bolero en las tierras románticas de América Latina. La descendencia africana, que habita en Cuba, desembarcó lo suyo para el surgimiento de temas como Babalú Ayé, referencia a las creencias religiosas de la mixtura del catolicismo y la cultura yoruba. Compuesta por Margarita Lecuona, el tempo acelerado le da matices a un álbum que podrían tildar de monótono. Y con la misma función, aparece la simpatía de Huesito.

Me acostumbré a estar sin ti le agrega jazz y blues a este conglomerado de sentimientos. Otros de los compositores homenajeados son César Portillo de la Luz y Féliz Reina. Aunque el principal de los honores sean dedicados al amor. Tanto es así que, luego de escuchar ‘Omara y Chucho’, comenzarás a replantearte si París es, realmente, la ciudad del amor.


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