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Cuidado con lo que pienses

  • Ignacio Blanco
  • 10 ago 2017
  • 1 Min. de lectura

¡Qué carajos! ¿Qué universo tan perturbador es este? Claramente, no tengo la más mínima idea acerca de mecanismos cerebrales frente a situaciones traumatizantes; pero si esos procesos tienen un sonar, lo encuentro en el soundtrack de ‘The Invitation’ (2015).

Y la película, dirigida por Karyn Kusama, juega un poco con eso: el terror de los recuerdos, la paranoia, la exposición y demás mambos. Es verdad, se va todo un poco a la mierda. Sin embargo, las composiciones de Theodore Shapiro inducen más a la psicología del protagonista que las imágenes y textos.

Continuos estímulos eléctricos de una neurona a otra para generar reacciones, percepciones, reflejos y no puede ser que semejante maquinaria no tenga sus sonidos. En plano en negro e infinito, Into the Canyon comienza una cadena de descargas. Así introduce un mundo expectante. El suspenso de no saber qué vendrá. Ambientes que se forjan desde la preparación auditiva. Como Eden, no que prepara el ambiente para la llegada de otros colores.

Jugando con los planos, la cadena de provocaciones se sostiene en entradas y salidas, como si un grupo de – adjetivo sujeto a cada individuo – se organizara de manera perversa para reflotar sensaciones incomodadores.

El sinfín de matices, que se utilizan entre sí como para que todo forme parte del mismo complejo, es un documental sonoro que imita la estética del océano en un profundo negro mental. Es abismal e interno. Un salto al juego poderoso de tu interior. Empezás y no podes escapar. Porque lo que resguarda la banda sonora de ‘The Invitation’ es lo que sucede en tu cabeza. De aquí hasta la eternidad.


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