Soledad Salazar
- Ignacio Blanco
- 10 ago 2017
- 7 Min. de lectura

Las caras de la luna son dos
Definitivamente algo esconde. La lluvia en el empedrado de San Telmo puede reflejar cualquier tramado del ocultismo. Los entramados poéticos de la vida hicieron que, justo, el cumpleaños de Gustavo Cerati coincidiera con nuestro encuentro. No me cansé de cantar Tarde desde el día en que lo conocí y hasta aquel Viernes de Agosto tuve que escuchar ‘Al Sol’ (2016) para tratar de toparme con algún secreto de ella. No, por supuesto que no encontré nada más que propios mambos hechos canción.
“La música no es un instrumento para conocer al autor sino para conocerse a sí mismo” y siento que Soledad Salazar manda a guardar a quien quiera concebir la música como de forma únicamente referencial. “A mí me cuesta mucho expresarme. Si yo tengo que expresar lo que me pasa, con mi vida o mis sentimientos, me cuesta un huevo y la mitad del otro. Mi válvula de escape es la música y la escritura. Yo escucho una canción y mi mundo es este. La voy a reinterpretar y resignificar desde mi experiencia, desde la belleza de la semiosis infinita. Capaz me escudo un poco en eso. No sé si te vas a plantear en tu cabeza lo que me pasa, te vas a plantear si esto te representa o no te representa. Hay un par de temas que son más referenciales”. Es que las canciones de Soledad Salazar surgen desde lo recóndito de su ser para afiebrar nuestras propias dificultades: “me hablaron de ‘Cenizas’. Todos pensaban que habla de una persona. Y está perfecto que para uno signifique eso; yo quería expresar una sensación que me estaba sucediendo y no sabía cómo hacerlo. La quise pintar y no pude, la quise escribir y no pude”.
Cuánto enamoradizo dando vuelta por este mundillo. Sin embargo, las inquietudes de Soledad nacen desde otro lugar. Lo curioso - y he aquí la tediosa necesidad de conocerla – es que su desenvoltura en la charla nada tiene que ver con su universo interno. ¿Cómo lo encaparazonado, de forma intencional, puede dar a luz sonidos que reconozcan o intensifiquen aquello que se quiere resguardar? “La música es algo que, en mi familia, está básicamente desde que nací. Cuando éramos chiquitos jugábamos con mi hermano a que íbamos a hacer un disco. De hecho, tenemos fotos de rollo de las posibles tapas de casete, porque habíamos pensado el formato. Yo cantaba y me quedaba difónica al toque porque no tenía técnica. Cantábamos mucho, filmábamos videos y hacíamos shows para mis papás. Cuando empezamos a crecer y empezamos a acercarnos más en edades, empezamos a hacer realmente música”, porque ‘Al Sol’ no solamente está producido por Alejandro, sino que envuelve todos los sonidos que vibraron las paredes de su casa. Los arreglos de Soda Stereo, los aéreos del Flaco y el atrevimiento de Charly García influencian algún que otro rincón de su repertorio. Sin embargo, no sería prudente encasillar aquello que peleó por ser libre: “El quiebre vino cuando lo hubo en mí a nivel personal. Yo dejé la facultad y me metí en el mundo del arte. No estaba nada cómoda y sentía que estaba relegando toda esa parte de mí que ya no era un deseo. Ya pasaba a ser una necesidad de expresión artística. En el 2013 mandé todo a la mierda y empecé a hacer teatro musical. Empecé a grabar las maquetas y empecé a armarlo más como quería yo armarlo y no salir del apuro de escupir lo que me pasaba con la guitarra. Me cambió la vida. Tiene sus pros y sus contras, y uno se tiene que hacer cargo de las decisiones que toma y de las posibles repercusiones que eso tenga. Pero creo que fue lo mejor que podría haber hecho en ese momento. Me iba a volver loca si no la hacía”.
Soledad Salazar comenzó su travesía en ‘Pulóver’ – una vez más – junto a su hermano Alejandro, quien componía las canciones. Bajista y corista de la banda, no fue hasta ‘Ser o no ser’ en que decidió exponer su universo. “¿Viste cuando notás que estás escribiendo algo re adolescente pero no podes evitarlo porque lo sos? Siempre fui muy crítica de lo que hacía. Era escupir el vómito del sentimiento adolescente y después leerlo, grabarlo, escucharlo y decir: no sé si da mostrar esto. Hablaba de amor. De amor perdido, no correspondido. No tenía otras inquietudes, se ve. Te mueve eso – continua hablando de aquella canción inflexiva -. Me abrió una puerta a un lenguaje que yo no venía manejando. Ya era más grande y pensaba de otra forma; había empezado la facultad y no había escrito nada desde pendeja. Entonces, me encontré con cosas muy nuevas. A él (Alejandro) le gustaron las maquetas que había hecho y me dijo de grabarlo. Yo no sabía cómo era todo ese mundo. ‘Pero ¿cómo se edita un disco?’ ‘No importa, hagamos. No te quedes sin hacerlos’. Y nació”.
Un proceso de dos años. La burocracia artística. La burocracia argentina. Rasgueos aquí, experimentación allá, papelerío por doquier y el enfrentarse a lo que tanto conocés – porque es parte suya – y que, aun así, resulta tan desconocido. “Creo que sí se puede ser ansioso, de hecho soy re ansiosa. Pero todo en su justa medida. Equilibrio. Si no lo sos un poquito, no sé si serviría. Creo que la ansiedad aporta en la emoción, en las ganas de hacer. Es negativo cuando te pasás de mambo y apurás la cosa para largar algo de que quizás no es lo que querías hacer. No poner la vista en la llegada. Disfrutar el proceso pero con determinada ambición, sino te quedas en el molde. Es algo que también nos mueve”. Soledad lo llama suerte. Yo creo que es el esfuerzo del juego y el acompañamiento teórico y mental para que lo genuino tome rienda suelta de lo que ‘Al Sol’ significa: “Y qué mejor manera que hacerlo con mi hermano. Dos años a grabando un disco con una persona con la que me entiendo. Pasó algo re particular. Él entendía exactamente todo lo que yo quería. ¡Era re loco! Por ejemplo, yo le decía que piense en plateado y pasaba. Cosas de climas, sensaciones y él sabía qué era lo que le estaba pidiendo”.
‘Al Sol’ es un conjunto homogéneo dentro de un mar de matices. El argentinismo aflora su estructura en universos tan distintos. Porque no son lo mismo las armonías de Si caminás, la percusión reggae de Esperanza, la vertiente rioplatense de Tarde y el narcotismo de Cenizas – que tiene, entre otros dos temas, sus raíces en la música ambiental creada por Alejandro para una exposición del artista Sebastián Domínguez. “Fue una de las dudas cuando nos planteamos la lista de temas. Cómo hacemos que esto suene un disco; porque son re distintos. Pero creo que de alguna forma logramos hacerlo con el aporte de Cortázar - ¿quién dijo que la música no puede salir de cualquier lado? -. Soy fanática de Julio. Me fascina por su realismo, en determinados momentos; su manejo de los ambientes; de las realidades, que son mutables todo el tiempo y se entremezclan. Te invita a viajar por algo que son mundos muy distintos pero que tranquilamente puede ser el mismo. Juega con la patafísica, una rama del surrealismo. Como ‘Continuidad de los parques’. Jugar con eso me pareció re atinado”.
“(‘Al Sol’) tiene mucho de lo onírico. Un viaje a uno mismo. Hay una parte de ‘El sueño’ que dice: ‘en este viaje tan real como inventado’. Porque la vida la viajamos todos. La hacemos nosotros. En cierto modo nos estamos escribiendo e inventando todo el tiempo. Tiene eso. Una especie de viaje onírico al interior de uno mismo”. El camino del disco juega a hacer redondeles con nuestras emociones. Una rotonda continua y eterna. Pero nunca la misma. De un lado no llegás a ver el otro; y cuando volvés a empezar todo está desbaratado. Las caras de la luna son dos y nunca vuelve a iluminarse de la misma forma que ayer. “Hay una idea de lo mejor de dos mundos: de lo analógico y lo digital. Que lo nuevo no deseche lo viejo porque lo natural, lo que nace de la madera, es hasta necesario en determinados momentos. Unirse con eso que te une a la tierra y salir un poco del cable. Pero no podemos negar que las cosas nuevas y los recursos nuevos son súper interesantes. Y cuando se mezclan con lo que viene del suelo salen cosas que son maravillosas. Viene un poco de querer preservar algunas cosas sin perderme de otras ni ser negada”. El hecho de incursionar en otras expresiones de arte, sólo pueden dar fruto a un enriquecimiento del proceso. Porque así aparece la literatura y su Cortázar, la comunicación y el espacio de sonoridad. Puede que ‘Al Sol’ abarque su profundidad por esta razón: “Empezás a pensar con el cuerpo y no con la cabeza. Empezás a ver qué te pasa. No con la racionalidad de lo que funciona estilísticamente. Eso es un recurso válido y es mucho de lo que los productores musicales hacen. Empecé a pensarlo desde un punto de vista más desde el sentir, que la música pasa más por el cuerpo”.
Soledad Salazar es primeriza en la actividad de lanzar discos. La globalización no sólo acerca los territorios, sino que parecería ser que los expande. Y su otra faceta, por ahí más complicada – no por eso más oscura - , se encarga de formar otra aldea, digital, repleta de aspirantes que encuentran al arte como medio de sanación. “Hay un problema elemental. Los dueños de los espacios se están aprovechando muchísimo de este florecimiento de música independiente. Si nos organizamos tocamos todos – su canto va en perfecta sintonía con una murgueada de Los Auténticos Decadentes en el bar -. Estaría bueno conocernos más entre nosotros; pero somos un montón. Habría que generar una movida donde todos podamos compartir un escenario y un espacio de difusión. Pero competir no”.
“Cuando toco los temas en vivo es re distinto. Y me parece que es necesario que sea distinto porque si no muere. Marca un estatismo en el tiempo. Esto fue así en ese momento, hoy necesito otra cosa y voy a hacer esa otra cosa. La letra se resignifica y la voy a cantar de otra forma”. Sole Salazar nos involucra a todos cuando comienza la reproducción del disco. Desde allí nos unimos. Somos todxs humanxs, ¿no? Por extensión, ‘Al Sol’ es vida. Aliento interno y oxígeno externo. Una mutación en cada respiración. El hecho de una revolución orgánica interna y la aparente quietud del afuera. El planeta Tierra gira sobre sí mismo y alrededor del Sol; el ser humano puede llegar a vivir cien años inviernos fríos y otros no tanto; la lluvia que sorprendió y el árbol más crecido que ayer. Si somos seres vivos, expuestos a estos factores, relacionándonos entre nosotros ¿qué nos aseguraría que mañana seremos lo mismo que hoy? “Siento que si no cambio, estoy cerrada en mi misma. Me gusta conocer y no me encasillaría en ningún lado, ni a palos. Estoy muy atenta a escuchar y ver si me mueve algo. La marca registrada mata lo que está vivo. Y si está vivo cambia. Si no cambia más es porque murió”.
Comments