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A todas le llegará su Joanne

  • Ignacio Blanco
  • 10 nov 2017
  • 3 Min. de lectura

‘Che, sigamos con la onda Hannah Montana, pero en serio’.

En el momento en que escuchamos Happy Toghether en las sesiones de ‘Happy Hippie’, ni se nos mosquearon los dedos para detener la lista de reproducción en YouTube. Si tuviese que decir cuándo empecé a escuchar a Miley Cyrus con otros oídos fue allí - creo que hasta incluso llegué a sentir un cariñito por Ariana Grande. Pero el nocaut de ‘Her Dead Petz’, con una Karen don’t be sad, hasta me hizo ver pajaritos. Claro que rodeándote de grandes, como The Flaming Flips, las bienaventuranzas de la psicodelia son aseguradas; pero tampoco creíamos que esta piba podía generar climas tan alternativos.

Bueno, lo mejor de dos mundos ha llegado. Porque decir que ‘Younger Now’ es un disco de country sería caer en una percepción tendenciosa. Aun cuando Bad Moon nos sirva una buena pasta de western. Pero tampoco podríamos ignorar el matiz popero de su puente para precipitarse de lleno en una percusión ranchera. Sólo aflojémosle la mano a esa supuesta influencia de Shania Twain; no sobrevaloremos a la dueña del hitazo que pegaba sólo en los gimnasios. Porque ni Thinkin’ podría siquiera acercarse a la impronta noventosa de ‘Come on Over’. Cuando los golpes iniciales entre cortan el rockeo de Cyrus entendemos que no hace falta más que sólo un tema medio tiempo para sentirnos en el exabrupto del disco.

Puede que la colaboración de Dolly Parton, en Rainbowland, sea de lo más conservador, remontándonos a la era de Kentucky Gambler; y ese condicionamiento desequilibra la homogeneización apelando a fórmulas muy estructuradas. Es que en el más reciente laburo de Kesha - ‘Rainbow’ (2017) – reflota la misma situación con el aporte en Old Flames (Can’t hold a candle to you. ¿Es la señora Parton una mufa tradicionalista o una gran representante que las generaciones más jóvenes la convocan por admiración?

La existencia de una trilogía funcional le da coherencia a la tipificación de dos extremos. Una cadena evolutiva, que sugiere una transición sonora, inicia con recursos sesenteros en Week without you. Claro que son sus coros quienes mantienen a flote la tendencia clásica, mientras que el todo decae en una modernización de armonías. Miss you so much es la joyita, avanzando en la idea de infestar lo reaccionario. Una colisión constante entre agudos y graves en un ingrávido clima de guitarras que también serían igual de poderosas sin los agregados. Las secuelas de ‘Her Dead Petz’ siguen acentuando la insinuación de un folk alternativo, pues las cuerdas de I would die for you abusan permisivamente del componente aire. Un llamado percusionista a Houston y ya estamos de vuelta en la Tierra.

Aquel country-pop sideral, que suena fuerte en Malibu, me hizo entender que sí es eficiente como corte de difusión. No sólo porque la influencia cultural de Tennessee traduzca lo que deparará el disco, sino porque su beat engaña con un vaivén tranquilo hasta que empieza agitarla lo suficiente como para darnos cuenta que ya es tarde para dejar de mover la cabeza. Younger now cabalga por la misma dirección e implica la ejercitación de un equilibrio que no desespera en emborronar los recelos. Pero porque tampoco pretende eliminarlos. Hablar de madures en relación a evolución sólo puede conllevar a un menosprecio y subestimación de una piba que podía hacerla fácil. Pero no.


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