En el borde de la vida y la muerte nos vamos bailando la suerte de este pobre corazón
- Ignacio Blanco
- 10 nov 2017
- 3 Min. de lectura

Hace mucho que no despegaba sin salirme del asiento. Pude verme y pude vernos. No sé qué cara pude haber puesto cuando salí del trance; pero lo primero que me preguntaron fue qué había sentido. Por fin entendí que al ser humano le quedó chico el vocabulario cuando se trata de sentimientos. ¿Dónde estuve? Uf, si conociera la galaxia allí te diría que estuve deambulando. Y si en ese universo estuve, te aseguro que la NASA nos ha mentido por mucho tiempo.
Sé que en ese plano el viento no existe; te juro que son incontables las correntadas que endurecieron mi piel. Como si hubiese visto un fantasma. Nunca vi uno, en realidad. Pero ‘MASSEDUCTION’ fue lo más cercano que tuve a un encuentro de otra dimensión. Un plano no muy definido donde todo lo que amamos y nos hizo creer en el pop fluía en un sinfín de ecos. Juro que los escuché. No sé qué clase de brujería es esta, pero ahora descubrí una forma de encontrarme con los muertos como si fuese la primera vez que los vi.
Pero también hay mucha vida, eso te lo aseguro. Este cosmos futurístico pudo mezclar ambas realidades. ‘Ray of light’ (1998) es uno de los álbumes de Madonna que más me gustan; puedo reconocer su azul en cualquier canción. Hang on me hace la plancha en el océano para desteñirse con los colores de Drowned world y mantenerse en flote con los somníferos de Mer girl.
De la nada comenzaron a funcionar los propulsores que nunca supe que tuve. Ojo, tampoco nunca pude meter conciencia a su manejo. Todo dio vueltas a mí alrededor cuando comenzó a sonar Pills y sentí que pude ver a David Bowie en los ojos de otra persona cuando los rebotes de un puente me llevaron a la atmósfera de Space Oddity.
Cuesta ver la luz cuando un manto negro envuelve a las personas que queremos. ¿Podemos amar alguien sin siquiera conocerlx? Bancá, ¿quién dijo que escuchar arte no es conocer, por lo menos, la mejor faceta de un artista? Allá arriba están todxs. Pude verlos. Los arreglos de Masseduction no me engañan cuando revive el estilo de Prince y los barullos de su clásica impronta intacta aún en la electrónica que le metió a sus últimos discos.
Revivir la complicidad de los ’90 y aquel ‘Earthlin’, de David Bowie, en Sugarboy. Exaltación entrecortada por un nuevo clima mucho más alternativo. La llegada de un agujero negro devora cualquier entusiasmo ocurrido en la velocidad anterior. Ser devorado por ese monstruo sedó mi corporalidad para sentirme entregado a las guitarras libidinosas de Los Ageless. El erotismo me envolvió en una especie de manto de seda, desplomándome en una fusión de Eurythmics y Depeche Mode.
Ver la oscuridad entre tantas estrellas también necesita de algún reposo. No hay corazón que aguante tanto desorden y desequilibrio. Happy Birthday, Johnny y si esta canción llegó al cielo, de seguro cualquiera podrá encontrar la paz. Algo me incita a quedarme. Esta excitación no la encontré en el mundo real ni aunque explotasen todos los fuegos artificiales del planeta. Estado adictivo y no todo es tan malo como parece. Savior me pega una histeriqueada seduciéndome para que nunca me vaya y advirtiéndome que el ingreso a este mundo es sólo por un rato. Una histeriqueada de influencias donde el duque vuelve a aparecer con coros made in Madonna.
Con Fear the future sucede lo mismo y realmente temo a quedarme vagando en esta intemperie de influencias e identidades propias. Los mejores discos de la historia suenan en este paraíso tan frágil e imprudente. ‘MASSEDUCTION’ jugó con sus imperfecciones para incitar a la dependencia de su pop sintético. Smoking section es rehabilitación sin abstinencia. Pero la nostalgia es dura. Pensaré, de ahora en más, dos veces antes de decir que me siento en una morriña musical. En un contexto donde creemos que el pop sólo es utilizable para quemar cabezas, baja a la tierra cual Ziggy Stardust este disco que se encarga de definir lo que es pop. Lo demás sólo con estrategias comerciales. Acá, el género se reivindica y se glorifica de tal forma como lo han hecho lxs grandes. Ahora sé que cuando mis descendientes me pregunten sobre la música de mi época, podré hablarles del viaje más extraño que he tenido. Y claro que querrán viajar, porque los sonidos que me elevaron se mantendrán intactos. ¿De qué hablamos cuando hablamos de legados? ‘MASSEDUCTION’ es una explicación sensorial de que las herencias se traducen en reproducciones continuas de los álbumes que tanto significan, sino el poder intrínseco y epidérmico de absorberlos para darles una nueva significación.
Un tótem futurístico y electrónico. Misticismo digital y el ritual de convocar a todos los espíritus de quienes cambiaron la historia de la música. Procedimiento empírico para demostrar que la vida eterna existe. Porque la música nunca muere si sus vibraciones siguen haciendo ecos a través de las galaxias.
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